viernes, noviembre 03, 2006

El Cuartito, 2

¡Gran misterio de la fe! A medida que el queso se enfría, la cabeza de Jesús va cobrando vida: las mejillas, los labios se ponen coloridos. Los demás clientes de la pizzería dejan de fijarse en Crónica y los carteles de boxeo en las paredes y rodean la mesa, donde Stu está balbuceando una oración.

Llegan un camarógrafo y un periodista de Crónica y me mareo cuando miro el televisor y me doy cuenta de que estoy viéndome viéndome.

Una anciana le pide a Stu que rece por su marido que está muriendo de cáncer de próstata y Stu tiene el tino de gritar sí mientras arranca con otra oración que nadie llega a entender.

Al lado mío, un chanta que pretende ser el “agregado cultural del Vaticano a la República Argentina” le ofrece a Stu un fajo magro de pesos por la cabeza de Cristo.

El mozo sencillamente quiere levantar el tablón y cobrarnos, pero la multitud impide que se acerque a la mesa. Por fin, a empujones y gritos, alcanza ponerse al lado del australiano renacido y le insiste en que suelte el tablón y lo deje laburar en paz de una vez.

Stu, con su cuerpo y melena de león, tiene los ojos bien abiertos de miedo y menea la cabeza, sustituyendo “no” por “sí” sin interrumpir su fervor oratorio.

Estamos solos – los dos otros del hostal se zafaron no bien llegó el equipo de Crónica – y sentimos aumentar el número de gente y la expectativa de que suceda algo milagroso.

De golpe el periodista mete un micrófono delante de Stu, a la vez que el mozo intenta sacar unos vasos de la mesa. Stu cree que intentan robarle a Jesús y extiende el brazo para impedirlos. El periodista malinterpreta el gesto y le agarra la mano derecha de Stu, que se cae directo sobre la púa donde está ensartada la cuenta. La puntita de metal sale por el dorso de la mano. Antes de que alguien reaccione, saca bruscamente la púa y pone la mano delante de la cámara para taparla.

-¡Bendito sea! solloza la anciana.

Cuando la mano estigmatizada se ve gigante en la tele, todo el mundo se arrodilla y se calla, yo le tiro al mozo un billete de 20 pesos, agarro la otra mano de Stu y salimos corriendo hacia Marcelo T. No bien llegamos a la esquina, Stu detiene con la mano ensangrentada el 152.

El colectivero no nos cobra.

1 comentario:

Obelix dijo...

Ja !!!

Muy bueno Brendan.

Un abrazo grande, amigo.