lunes, marzo 26, 2007

Tierra Santa, 1

Seguro que leyeron los titulares: JESUCRISTO INENTA RETOMAR LA TIERRA SANTA; EL RETORNO DE NUESTRO SEÑOR DEL CUARTITO; AL CRISTO INGLES [sic] LE FALTO LA MANO DE DIOS. Este último fue de la misma puta Crónica que lo canonizó hace unos meses.

Poco, casi nada me había dicho Stu antes de lo que iba a suceder. Ahora que está internado en el Hospital Rivadavia, no permiten que nadie lo visite, salvo el pastor de la iglesia de su novia, su novia y una australiana cuarentona y semperborracha, parroquiana del Gibraltar, que por casualidad tiene el mismo apellido del llamado Cristo del Sur y pretende ser su tía, oriunda de Brisbane. Laura, la novia, no deja de lloriquear cuando la veo y, siempre que me refiero al papá de su hijo, solloza tan fuerte que temo que se asfixie.

En cuanto a cómo pasó lo de Tierra Santa, repoco les puedo decir – y no insistas en que vaya repitiéndolo, porque ya me pasé horas y horas en la comisaría de Santa Fe y Gurruchaga, contándoles a cana tras cana todo lo que sabía. Ahora, al pensarlo con más lucidez, sospecho que sobran versiones contradictorias y especulativas de los acontecimientos, todos firmados con esta mano que bajó de una piña un hijo de puta disfrazado del rey Gaspar. Un hecho que preferiría omitir de la versión oficial...

Sólo sé que el jueves anterior Stu fue a cenar con el papá de la amiga de Berta es una mansión en Belgrano R. Lo único que me dijo al otro día fue que cuando llegó – un chofer vino a Abasto a buscarlo – creía que por milagro habían llegado a un suburbio de Estados Unidos, porque no le entró en la cabeza que casas de esas dimensiones y ese estilo existían dentro de los límites de la ciudad de Buenos Aires.

-O sea, ¿casa tipo Edward Scissorhands?

-No, che, era más Adventures in Babysitting.

-Si la vi, la vi hace mil años.

-¿Sixteeen candles?

-...

-¿Grosse Pointe Blank?

-Tampoco.

-¿Home Alone?

-No jodás.

-¿American Beauty?

-Ah, bueno...

-Vos necesitás aprender más de tu propio país; esas son referentes claves de la cultura norteamericana. Ahora entiendo porque nadie cree que sos yanqui. Un día de estos tenemos que armar un programa de reeducación.

-Ok, un día de estos me podés enseñar cómo es mi propio país en sus pelís de mierda. Pero contame de una vez lo que pasó con el viejo de...

Cansé de repetir “el viejo de la amiga de Berta,” así que por fin le pregunté a Stu su nombre.

-Eduardo O’Malley Noséqué.

-¿Eduardo O’Malley Mallea? Stu, como el presidente de mi país peculiar y películar, se niega a leer los diarios. Ya lo sabrán ustedes: Eduardo O’Malley Mallea es el secretario de un partido político que Clarín considera digno de ser llamado “alternativo,” que es un eufemismo para “reaccionario, hasta neofascista,” si es de creer Página/12. Dirigente de un club de la B Nacional que siempre aspira al ascenso sin mucha suerte, gran enemigo de los males sin rostro que aquejan a los habitantes de Belgrano, correligionario de las ideas de Blumberg, Eduardo O’Malley Mallea es una presencia constante en los telediarios, denunciando a los políticos oficialistas y proponiendo nuevas medidas para la seguridad de Zona Norte. Desde una cara grasosa y redonda como una pata de jamón crudo, reverbera una voz estentórea que sobrepasa las capacidades de micrófonos.

-Qué sé yo... me cayó bien el tipo, dijo Stu. Me hizo probar mollejas por primera vez y la verdad es que me encantaron.

-Está bien, pero ¿de qué hablaron? ¿Qué carajo estamos haciendo acá? Acabábamos de bajar del bondi que agarramos en Plaza Italia y ahora estábamos delante de las puertas de Tierra Santa, ese parque religioso que está al toque de Newberry en la Costanera Norte.

Stu resistía a contestar mis preguntas y ahora la bolsa de plástico que tenía en la mano me ponía recontra nervioso.

-Psst. Ponete esto, dijo Stu, y me dio una camiseta de Huracán. Y un bigote falso. Luego levantó la mano al lóbulo de su oreja y lo tiró dos veces. Alrededor de nosotros, varias personas, hombres casi todos, dejaron de ser vendedores de choripanes, pescadores y padres de familia. Todos con anteojos oscuros, bigotes y barbas cuestionables e indumentaria que probablemente fuese comprada en Bond Street.

-Vení, me dijo Stu, te necesito.

Y entramos a la Tierra Santa.

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