jueves, marzo 08, 2007

Noche en el Abasto, 3

-Tú soi má flojo que la shusha, güeón, suele decirme un amigo chileno, lector ocasional de este blog ocasional.

Berta me dice algo parecido en argentino y hasta Stu, que ahora con su nuevo business está ganando más guita que el dios que imita, me advierte que necesito ponerme las pilas o sí o sí.

No lo veo tan urgente. ¿Por? Porque no es la primera vez que me encuentro en apuros económicos, abusando de la hospitalidad de una amigovia. Ya pasará...

Hace más de un mes que pasó lo de la noche en el Abasto y ahora, al pensarlo, entiendo que todo lo que vino a suceder desde entonces deriva de ese encuentro con el tano Enzo.

¡Grande el Enzo! Entre tantos bologneses era el único que no lucía anteojos angulares y coloridos. Hablaba un cocoliche admirable, a diferencia del castellano castizo que sus compatriotas pronunciaban gracias al Erasmo.

Así que te podés imaginar mi sorpresa cuando dijo que había estudiado en Sevilla, igual que yo, aunque dos años antes.

-Salí con una norteamericana cuando estaba allí. Una negra... de Detroit, me dijo, y luego, sin poder contenerse, largó una disertación sobre la música electrónica del Motor City. No tenía ni puta idea de lo que decía, pero igual, su entusiasmo era contagioso y terminamos conversando al lado de los chabones que tocaban sus guitarras desafinadas.

-Venite a casa un día de estos, me dijo Enzo. Vivo en un convento.

-No tenés pinta de cura.

-Es decir, es un convento desacralizado.

-¿...?

-Es que uno de los monjes era el mejor amigo de mi tío abuelo, en un pueblito cerca de Ravenna. Cuando conseguí la pasantía en la embajada, me comunicó con él y, justo en ese momento, resultaba que abandonaban el convento. Ahora está en otro en las afueras, en la partida de Mataderos y enseña a leer a los pibes de una villa que está por ahí. Al principio le dije que no, porque un amigo me ofrecía una habitación en su casa – un loft de puta madre por acá, de hecho, pero cuando terminó la pasantía y la guita se me iba, me instalé ahí. Ahora somos tres – dos paraguas y yo – los que cuidan del edificio hasta que lo vendan.

-¿Gratis?

-Y sí, pagamos sólo los gastos.

-Y ¿qué onda? ¿Por qué lo quieren vender?

-Bueno, el tema es que queda en Godoy Cruz y Guatemala... pero sobre Godoy Cruz, ¿entendés?

-Me ubico, pero ¿qué tiene que ver?

-¿Hace cuánto que estás acá?

-Qué sé yo... dos meses, tres meses. No... pará... casi cuatro.

-Por eso, dijo Enzo. Mirá, no sé si te fijaste una vez en lo que pasa en el Bosque de Palermo por la noche.

Quizás fue cuando fui a Amérika – en algún momento alguien me había hablado de los travas en el bosque.

-Bueno, es que los travestis antes laburaban por ahí...

-Y ¿los travas ahuyentaron a los monjes?

-No, todo el contrario. De hecho, creo que había buenas relaciones entre ellos... Lo que pasa es que una vez que los canas los o las echaron los precios de lotes en la zona subieron como loco y, como sabrás, no hay inmobiliaria más astuta que la iglesia católica, apostólica y romana.

Luego volvimos a la terraza a bailar. Los guitarristas estaban descansando y Grisel puso un cd de música ochentera, rebuena onda: The Cure, The Smiths... Daba mucha risa ver al tano bailar: vestía unos jeans negros apretadísimos y una remera a rayas, tipo marinero ruso, y se movía agitando los brazos y las piernas al ritmo. En algún momento alcanzó un frenesí tal que los demás de la pista le dimos lugar, formando un círculo alrededor suyo.

Pura pelí ochentera, cuadraba perfecto con la música. Hasta un amigo suyo le gritó el nombre y la gente palmoteaban.

Pero Enzo, ni bola. Los ojos cerrados, se revolvía como si estuviera solo en su habitación con los audífonos puestos.

2 comentarios:

Satamarina dijo...

qué buen lugar ese! y Enzo era Ste...???

Le Lycanthrophage dijo...

No, nena, Enzo es Enzo... ¿No te acordás de él? El tano que vive en el convento... pero seguí leyendo nomás, así te vas a caer en cuenta...
Un beso, Mari.