viernes, mayo 18, 2007

Tierra Santa, 3

Con todos los fieles postrados alrededor mío, implorándome con los ojos aguados, no había otro remedio: dejé que Stu me agarrara la muñeca y metiera la mano bajo su auxilio, como si la introdujera en su costado. El efecto de esta acción pasó casi inapercibida, porque nadie se movió ni habló.

Por un momento hasta los guardias de seguridad nos miraban atontados, dejando que sus radios emitieran unos sonidos crispados.

Subimos al pequeño cerro, donde uno de los tipos que nos acompañaron al entrar a la Tierra Santa se puso a rezar el Padrenuestro. La multitud, con vez temblorosa, lo recitó con él.
Apenas terminaron cuando llegaron las primeras cámaras. Un locutor con un traje a rayas, la piel quemada como un tomate y una permanente de rulos loiros trepó hasta la cumbre del cerrito y empujó su micrófono hacia la cara imperturbada de Stu.

-Dígame, por favor, ¿quién es usted y qué hace aquí? Me impresionó cómo mantenía una sonrisa de dientes cuadrados y blanqueados a la vez que hacía la pregunta.

Stu ni lo miró. Más bien, levantó los brazos y entonó una frase corta y críptica que, si no me equivoco, no tiene nada que ver con la Biblia.

-Hermanos y hermanos, juntos lo podemos lograr.

Bajó los brazos lentamente; se veía en incrementos, porque la verdadera tormenta eléctrica de flash produjo un efecto estroboscópico. Stu, consciente de esto, aseguró que sus movimientos eran deliberados, aunque una tropa de policías corrían hacia nosotros.

Mientras el locutor de la permanente y la sonrisa permanente sonreía a la cámara de su red, incapaz de decidirse a quedarse o evadir a las fuerzas de seguridad, Stu dio unos pasos hacia el público. Se apuraron a abrazarlo, protegiéndolo de los pocos canas que persistían en aprehenderlo. Los demás se habían incorporado al bullir de gente y extendían sus brazos hacia su presunto salvador.

Rodeado, incapaz de salir, Stu mantenía una calma absoluta, esperando a que los policía le sacara a la gente, cuerpo tras cuerpo. Entre los llantos pude oírlo decirme:

-Hijo mío, vaya con dios.

No sabía cómo reaccionar.

-Rajá, pelotudo, me dijo uno de sus escoltas a la vez que mostró una pistola.

2 comentarios:

hermosas mujeres nocturnas dijo...

Sabés donde está tu camión mientras dormis?????

d. dijo...

¡actualización! ¡actualización!