lunes, octubre 23, 2006

Café el Banderín, 2

La belga aferraba, no, abrazaba la taza fría con las dos manos, su mirada fija en los granos de azúcar al fondo.

-Como todos, lo conocí por internet. Nunca había salido con alguien... bueh, con un hombre – se corrigió-, más chico que yo, pero me gustaba su perfil: era DJ, sabía un montón de música electrónica, se veía buen mozo en la foto, pero tenía un tatuaje enorme, intricado, tapando los hombros.

-Nos pusimos a chatear, al principio sobre las pavadas típicas – la música, nuestros boliches favoritos, qué sé yo. Y de repente me preguntó algo refuerte, algo que casi me ofendió, pero igual le contesté honestamente. Y eso fue lo notable: nunca, ni una sola vez le dije una mentira al chabón; ya sabrás por qué.

-Por dos semanas nos chateábamos muy seguidos, ponele tres veces al día, y sobre las cosas más íntimas. Nuestros secretos, nuestras fantasías, de todo, ¿viste? Y no sólo de cosas felices. Las cosas más perversas, las más dolorosas. Por ejemplo, es el único que sabe que aborté al bebé de un novio, porque no quería casarme con él. Bueno, ahora sos el segundo. Da igual.

-Por fin, quedamos en juntarnos. Íbamos a encontrarnos en un café que él me propuso. La elección del sitio me sorprendió, no sólo porque quedaba muy cerca de mi casa, sino también porque era, de todos los cafés en una zona de la ciudad repleta de bares y cafés, era mi favorito.

-No suelo preocuparme de mi apariencia; soy bastante segura de mí misma, pero ese día tardé horas en arreglarme. No sé cuántas veces cambié de vestido, ni cuántas veces me inspeccioné. Estaba tan nerviosa que no podía dejar de cagar y, cada vez que me lavaba las manos, me miraba fijo en el espejo e inventaba y ensayaba pelotudeces que se me ocurrían decirle al presentarnos.

-Al fin salí de mi casa muy retrasada, corriendo. Llegué a la esquina, donde hay una parada de colectivo, justo cuando unos pasajeros estaban bajando de un bondi. Y lo vi allí, bajando, y esperaba que no me viera. Y me vio. Me puse roja y quedé allí, parada como boluda mientras se me acercaba.

-Nos besamos y luego nos quedamos allí mirándonos. Iba decirle algo – hasta abrí la boca, pero cuando intenté pronunciar algo, no pude. Y a él, le pasó lo mismo. Por no sé cuánto, por ahí cinco, diez minutos, no nos movimos. Le escudriñé la cara: las cisuras de sus labios finos, su piel quemadita, unos ojotes negros negros. Una mirada tierna, franca, incapaz de malicia.

-Entretanto me estudiaba de los pies a la cabeza. No es que se fijaba en alguna parte mía en particular, a pesar de que llevaba una remera muy apretada; más bien, yo tenía la impresión de que estaba tratando de reconciliar mi cuerpo con la imagen que había formado de mí a base de nuestros chats. Y por fin – lo vi en los ojos – lo logró.

-No había nada más que hacer. Le agarré la mano, le dirigí hasta mi edificio, le besé en el ascensor y lo llevó directo a mi cama donde, sin dirigirme ni siquiera una palabra, me cogió sin quitarse los tenis.

-Por dos semanas, repetíamos este rito todos los días, hasta que dejé de ir al laburo. Nunca nos cruzamos una palabra. O sea, por horas seguidas, antes de los encuentros, nos escribíamos, planeando hasta el más mínimo detalle todo lo que nos íbamos a hacer. A veces, mientras venía en el bondi, me escribía texts con algunas preguntas, algunas dudas que le quedaban. Pero a partir del momento en que bajaba del colectivo, no nos decíamos nada.

-Pero un día vino a mi casa con un ramo de flores – algo que ni esperaba ni quería – y me dijo, Kat, te quiero, y nunca lo volví a ver.

Y así aprendí el nombre de la belga.

8 comentarios:

Obelix dijo...

Brendan,

una masa la belga !

un abrazo

Magalí dijo...

Supongo que lo que voy a decir es obvio, pero el género cuentos cortos lo dominas muy bien. O mejor dicho, creo que tenés talento para la escritura.
Magalí Anidjar

Brandán Buenosayres dijo...

Gracias, chicos. Sin embargo, debo confesar que es un caso de plagio creativo: o sea, un belga, en un hostal, me contó una historia muy parecida.

Magalí dijo...

Nunca reveles la fuente de tu inspiración..
No importa quién te lo contó sino como vos recreaste la historia y la escribiste; que según mi humilde opinion, tiene MUCHO de bueno..

Magali Anidjar

Brandán Buenosayres dijo...

No sé, no sé, Magali... yo siempre pensaba que la literatura argentina consistía en un hilo continuo de grandes plagiadores, desde Sarmiento hasta Wáshington Cucurto. Aspiro a ser un chanta más...

Almirante Margarito dijo...

-¿Y la belga?
-A la miselia...

Magalí dijo...

En la literatura Argentina hay muchos que aún hoy no han podido ser imitados..como: Borges o Cortazar, o Abelardo Castillo, o Roberto Arlt, o Liliana Hecker, o Alejandra Pizarnik, o Néstor Perlongher, o muchos otros más contemporaneos a nuestra generación que me falta conocer, pero que haberlos ..haylos..
No tires la toalla, che.

De redactie dijo...

bueno, que historia, casi la mia, pero nosotros todavia somos juntos :)
yo soy belga, el argentino, el estaba chateando en argentina yo en belgica, encontramos en ezeiza despues 8 meses de chatear. ahora cumplemos 8 años juntos!

Gracias para tu historia, captaste el sentimiento muy lindo